El Duende de los Romero
En el corazón de Jerez, el legendario tabanco El Pasaje era el lugar donde los ratones se reunían para celebrar el arte flamenco. Aquella noche, la familia Romero era el centro de atención. Juan Romero Pantoja, "El Guapo", afinaba su voz en un rincón, listo para encender el duende entre los presentes. Javier Romero, su nieto, observaba desde una esquina. Era el único ratón blanco de la familia, y aunque sentía orgullo por su herencia flamenca, su corazón no palpitaba al ritmo de las palmas y las guitarras. En su lugar, soñaba con escenarios llenos de risas y aplausos por chistes y monólogos.
El tabanco vibraba con los vítores de los asistentes cuando una ratoncita de ojos oscuros y vestido rojo subió al escenario. Con cada zapateo y giro, encendió el ambiente como si hubiera atrapado la esencia misma de Jerez. Su nombre era Lolita Florecilla, una bailaora que parecía flotar con cada movimiento.
Cuando terminó, el público estalló en aplausos. Entre ellos, Francisco Javier "El Gali", padre de Javier, sonreía con admiración. Aprovechando la pausa, llamó a su hijo.
—Javi, ven aquí, que te voy a presentar a alguien.
Javier, algo reticente, se acercó mientras su padre llamaba a Lolita, quien bajaba del escenario.
—Lolita, este es mi hijo, Javier. Javi, ella es Lolita Florecilla.
—Un placer, Javier —dijo Lolita, extendiendo una pata con una sonrisa.
Javier, algo torpe, la estrechó.
—Igualmente. Lo hiciste increíble.
—Gracias. ¿Tú también bailas o cantas? —preguntó ella, con curiosidad genuina.
—No, yo... yo hago otras cosas. Me gusta el teatro, hacer reír.
Lolita lo miró fijamente, intrigada.
—¿Hacer reír? Eso no se escucha mucho por aquí. Ven, quiero mostrarte algo.
Antes de que Javier pudiera responder, Lolita lo tomó del brazo y lo sacó del tabanco, bajo la mirada curiosa de su padre.
Las calles de Jerez estaban tranquilas bajo la luz de la luna. Lolita lo guió hasta una puerta discreta en una esquina oscura, donde un letrero desgastado decía: El 55. Cuando entraron, Javier se encontró en un mundo completamente diferente. Gatos bohemios tocaban jazz en el escenario mientras otros charlaban en voz baja en torno a pequeñas mesas.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Javier, maravillado.
—Es donde vengo cuando quiero ser yo misma. Aquí no soy solo una bailaora de flamenco. Aquí canto y bailo jazz.
Javier parpadeó, sorprendido.
—¿Jazz? Pero tú eres una de las mejores bailaoras que he visto.
Lolita sonrió, pero su mirada se oscureció.
—El flamenco es mi raíz, y lo amo, pero no es todo lo que soy. Mi sueño es cantar y bailar jazz, pero para mi familia, el flamenco lo es todo. Así que lo uso como puente. A veces, tienes que empezar con lo que esperan de ti para luego mostrarles quién eres realmente.
Javier se quedó en silencio, sintiendo que las palabras de Lolita resonaban en su interior. Después de un momento, ella lo miró con intensidad.
—Tú también puedes hacerlo, Javier. Usa lo que tienes, pero no olvides lo que quieres. El flamenco puede ser tu punto de partida para llegar a algo más grande.
Javier dejó escapar una pequeña risa nerviosa.
—¿Sabes? Me acabas de recordar algo. Cuando era pequeño, mi abuelo me contaba historias sobre el Ratoncito Pérez. Siempre decía: "Si un ratón puede recoger dientes y convertirse en una leyenda, ¿por qué tú no puedes convertirte en lo que quieras?" Quizá tenga razón.
Lolita rió suavemente.
—Claro que tiene razón. Y estoy segura de que tú también puedes convertirte en una leyenda, aunque sea haciendo reír.
Cuando regresaron a El Pasaje, la noche estaba terminando. Juan Romero había cerrado el espectáculo, y los asistentes comenzaban a marcharse. El Gali los esperaba en la puerta, cruzado de patas.
—¿Dónde os habéis metido? —preguntó, fingiendo estar molesto.
Lolita intervino antes de que Javier pudiera responder.
—Don Francisco, su hijo tiene algo especial. Tiene un arte diferente, pero igual de valioso. Déjelo brillar a su manera.
El Gali la miró con atención y luego a su hijo. Después de un momento, suspiró.
—Hagas lo que hagas, Javi, hazlo con el corazón. Si tienes duende, se verá, sea lo que sea.
Esa noche, Javier sintió que algo había cambiado. No solo en él, sino en la forma en que su familia lo miraba. Con el apoyo de Lolita y el duende de los Romero, estaba listo para brillar en su propio escenario.
Sigue escribiendo así, te lo dice un ratón colorao
ResponderEliminarGracias Ratón Colorao, eso seguire haciendo :)
Eliminar