Ver en la oscuridad capitulo 1

Guerrero herido en una cloaca oscura, sosteniendo una espada mientras lucha por mantenerse en pie


No sé si desperté por el dolor de las heridas, o el hedor putrefacto del lugar en el cual me encontraba... no podía ver nada tan solo escuchaba el chillido y chapoteo de lo que yo suponía que eran ratas. Tenía hambre, sed, algo clavado en el hombro, era la hoja de un cuchillo que se había roto durante el ataque, pero lo que más me dolía no era la herida en sí, si no quien me la hizo.

No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, solo estaba tirado en la oscuridad dolorido, con ganas de morir, algo en mi interior no me dejaba hacerlo, no soy de los que se rinden tan fácil. El hambre y la sed me impulsaron a dar un trago de lo que parecía agua, de inmediato devolví lo que había ingerido, ahora la boca me sabía a pescado podrido o heces de mula, con un ligero toque de pis de rata y aroma de vomito....

Intente incorporarme con poca suerte pues mis brazos y piernas no me respondían bien, sobre todo el hombro derecho donde estaba hundida la hoja. Debía salir de allí, comer algo, curarme las heridas y descansar, ya tendría tiempo para ver si abandonar las que una vez fueron mis tierras o vengarme de quien me había hecho esto, y solo conocía un sitio donde ir, aunque la idea no me atrajese mucho, después de todo “Todos hemos tenido una vida anterior”

Lo bueno de vivir en la oscuridad es que al final aprendes a ver en ella, con el tiempo que llevaría allí mis ojos se acostumbraron bastante rápido a la oscuridad y reconocí el sitio, las cloacas de debajo del castillo, aquí puedo decir que de algún modo es donde me crie así que sabía exactamente por donde debía ir si quería llegar a casa de Salomón. La única persona en la que podía confiar, siempre y cuando le llevara algo que no pudiese rechazar... eso no lo tenía, pero algo se me ocurriría, así que, apoyándome sobre la pared húmeda y mohosa, haciendo ahínco de todas mis fuerzas empecé a caminar.

Debía seguir recto hasta el segundo cruce luego girar a la derecha y llegaría al pozo de la plaza, este albergaba una escalera con forma de caracol y una verja que siempre estaba abierta (siempre venia aquí a llorar cuando los mayores me pegaban y a ellos les daba miedo bajar) un camino que se hacía en 20 minutos, tarde 1 hora en hacerlo a cada paso me sentía más cansado y a punto de desfallecer, pero cada vez que la hoja se movía en mi hombro me recordaba que debía seguir un paso tras otro.

Al final llegué al pozo tal y como lo recordaba incluso mi pequeño cofre del tesoro seguía allí, al abrirlo un escalofrío recorrió mi cuerpo, dentro encontré un par de monedas de oro y un pequeño puñal oxidado, lo recogí todo y continué el camino. A duras penas conseguí subir las escaleras, todo estaba oscuro seria ya muy tarde pues no vi ni siquiera algún guardia.

Era mi oportunidad, abrí la verja que hizo un sonido chirriante y la volví a cerrar, en un carro cercano vi una manta roñosa la cual decidí coger para tapar mi ropa y parte de mi rostro, la casa de Salomón no estaba lejos debía llegar antes del alba y rezar para que me ayudara o debería matarlo, no podía permitirme que avisara a los guardias y me encerraran o terminaran el trabajo. También cogí una escoba para usarla de apoyo, me dirigí a la zona norte de la ciudad no sin antes girar la cabeza y mirar al castillo que durante años había sido mi casa. Escuche unos pasos de armadura, sería la guardia dando su ronda así que decidí ocultarme en las sombras y para mi sorpresa vi a mi agresor, llevaba una capa oscura y algo que le brillaba en la mano, su dirección ¿parecía la misma que la mía? Era algo que debía averiguar, quizás el pensaría que Salomón era mi única opción. Lo seguí desde lejos, pero pasadas dos calles cambio su rumbo. Así que yo seguí mi camino un par de pasos más y llegaría a mi destino. La casa del que un día fuese mi compañero de armas, mi hermano de batalla, un pacto de sangre nos unía, pero Salomón, no era un tipo normal a pesar de los pactos, la confianza, y que le hubiese salvado la vida en incontables ocasiones, el mundo estaba lleno de desagradecidos y él era uno de ellos, sin embargo, el destino estaba de mi parte.


Continúa la historia...


Jaro tenía claro que no podía quedarse allí mucho tiempo. Las cloacas no eran un refugio seguro, y su única opción era confiar en alguien de su pasado. A pesar de la incertidumbre y la desconfianza, debía llegar a la casa de Salomón antes de que fuera demasiado tarde.


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