Ver en la oscuridad Capítulo 6
A la mañana siguiente emprendimos la marcha. Al llegar a un claro, Lira sacó lo que parecía un cuerno de toro y lo hizo sonar con fuerza. Luego se sentó tranquilamente, sacó unas frutas de su petate y las repartió entre nosotros. Val, algo confundido, preguntó:
—¿Qué hacemos aquí?
Lira, con su serenidad habitual, respondió:
—Esperamos nuestro transporte.
Tras una hora de espera y un desayuno que nos devolvió algo de energía, un sonido proveniente del cielo llamó nuestra atención. Miramos hacia arriba y quedamos atónitos: una criatura majestuosa surcaba las nubes. Era algo que solo había visto en libros: un Neftalí.
Estas criaturas eran legendarias. Con cuerpo de lagarto desde la cola hasta la cabeza, un recién nacido podía medir tres metros, pero este ejemplar era casi adulto, alcanzando los ocho metros. Sus patas traseras, como las de un felino, se combinaban con las delanteras, similares a las de un ave, diseñadas para atrapar a sus presas. Su cola de serpiente terminaba en púas que podían atravesar armaduras con un simple movimiento. Lo más llamativo eran sus alas de mariposa, llenas de colores vivos que reflejaban la luz del sol, cegando a sus enemigos. Los Neftalí también poseían un grito capaz de aturdir, derribar muros o incluso hacer estallar a un ser vivo. Era imponente y fascinante.
Lira se acercó al animal con una naturalidad que ninguno de nosotros pudo imitar. Le rascó debajo del morro mientras decía:
—¿Cómo estás, Zuku? Tranquilo, son amigos. No te harán daño... y si lo intentan, siempre puedes comértelos.
Parecía que el Neftalí sonrió. Lira prosiguió:
—Necesito un favor, amigo. ¿Ves a ese viejo malherido? Tenemos que llevarlo al monte Vístala. Si nos ayudas y llamas al resto, podríamos llegar hoy.
Zuku refunfuñó, como si estuviera molesto. Mientras tanto, mi mente se llenó de preguntas: ¿cuánto tiempo llevaban Lira y Zuku conociéndose? ¿Cuántas criaturas más habría en este bosque? Mi incredulidad crecía con cada paso que daba en esta aventura llena de magia y leyendas.
De pronto, Zuku alzó la cabeza hacia el cielo y lanzó un grito atronador. Las ondas sonoras eran visibles y resonaron por todo el bosque. A lo lejos, escuchamos respuestas similares, y pronto cuatro Neftalí más aparecieron en el horizonte. Su velocidad era increíble; en menos de un minuto ya estaban en el claro, sus alas reflejando destellos como si cada aleteo fuera un estallido de luz.
Val, aterrorizado, se hizo pis encima. Salomón, en cambio, parecía estar divirtiéndose. Una de las criaturas, más pequeña y de un tono rosado, empezó a olfatear su cabeza, despeinándole la melena con resoplidos juguetones. Salomón intentaba atraparla, pero esta revoloteaba burlonamente, siempre fuera de su alcance. Mientras tanto, Lira jugaba con los Neftalí como si fueran viejos amigos.
Zuku, que parecía ser el líder, se mantuvo tumbado, siempre alerta. Entonces noté que su mirada se clavaba en mí. Muy lentamente, se levantó y comenzó a caminar hacia mi posición. Los demás Neftalí se quedaron quietos, observando cada movimiento de su alfa. Zuku olfateó algo cerca de mí y, de repente, se enfureció. Las púas de su cola se erizaron, y comenzó a agitarlas, produciendo un sonido metálico de advertencia.
El resto de las criaturas me rodeó, con actitud amenazante, como si yo fuera una rata acorralada. Antes de que pudiera reaccionar, un destello blanco cegador estalló en el cielo. Cuando recuperé la visión, vi a Lira enfrentándose a las criaturas con su arco, utilizando trampas y artilugios que sacaba de su cinturón. A pesar de su furia, parecía no querer lastimarlas. Sin embargo, Zuku seguía mirándome fijamente. Entonces sentí un dolor punzante en mi hombro; la hoja maldita estaba avanzando hacia mi corazón.
El grito desgarrador que solté resonó por todo el claro. Zuku habló, con una voz profunda y solemne:
—Magia oscura de Turfla... Tu amigo debe morir, Lira.
Lira giró la cabeza hacia Zuku, incrédula.
—¡¿Qué demonios?! ¿Desde cuándo sabes hablar? Podrías haberlo dicho antes, ¿no te parece?
Zuku, aparentemente divertido, respondió:
—Solo yo tengo esta capacidad. Los demás aún son jóvenes. Y no hablé antes porque no quería asustarte. ¿Acaso olvidaste cómo lloraste cuando te salvé de caer de un árbol siendo niña?
Zuku rió, pero su tono se volvió serio al mirarme.
—Lira, ese hombre está maldito con magia de Turfla. Es un peligro para todos nosotros.
Fue entonces cuando Val, aún nervioso, intervino:
—Perdone, señor Zuku... pero Jaro puede ser curado si llega al monte Vístala. Allí vive el último mago blanco, quien puede extraer la hoja maldita y destruir esta magia oscura.
Zuku lo observó con curiosidad, y Val continuó:
—Lo sé porque ese mago blanco me salvó del Triunvirato de las Brujas. Desde entonces, sueño con él y con este momento. Por alguna razón, estamos conectados. Necesito respuestas... sobre los seres mágicos, sobre mi especie y sobre por qué llevo tanto tiempo soñando con todos ustedes.
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