La Forja de las Sombras: Guerreros de la Penumbra
La luz del crepúsculo teñía de anaranjado las calles adoquinadas de Jerez de la Frontera. Las campanas de la Iglesia de San Miguel resonaban en la distancia, mezclándose con el bullicio del mercado de abastos. Los colores vivos de los puestos, con frutas, especias y barriles de vino, creaban una atmósfera vibrante que contrastaba con las sombras alargadas proyectadas por los altos edificios. Entre los viandantes, Lucía Vélez caminaba con paso decidido. Su trabajo como mecánica le otorgaba una reputación peculiar entre los comerciantes: una joven huérfana que podía reparar cualquier máquina, pero siempre cargaba con una llave inglesa demasiado grande para su delgada figura.
Aquella tarde, mientras ajustaba el sistema de vapor de una locomotora en la estación diseñada por el célebre Gustave Eiffel, un grito desgarrador cortó el aire. Las sombras en el suelo comenzaron a retorcerse como si fueran algo vivo, emanando de los arcos de hierro y cristal de la estación. Los pasajeros gritaron y corrieron, pero Lucía permaneció inmóvil. Sus ojos se encontraron con una figura oscura que emergía de las sombras, un monstruo formado por el rencor y el miedo colectivo. Era un Erebino.
Cuando el ser avanzó hacia ella, algo despertó en su interior. De repente, las sombras cobraron forma clara, con detalles que nadie más parecía percibir. Antes de que la criatura pudiera atacarla, una explosión de luz la envolvió. Una figura alta, con una capa llena de engranajes y un bastón de metal, apareció de entre la multitud. El hombre, de cabello gris y ojos afilados, utilizó su bastón para disparar un rayo de luz que desintegró al Erebino. Luego, miró a Lucía con interés.
—Tienes el Ojo Crepuscular, ¿verdad? —le preguntó el hombre, mientras ella trataba de entender lo que acababa de ocurrir—. Mi nombre es Esteban Calderón. Vienes conmigo.
Lucía apenas tuvo tiempo de procesar lo ocurrido cuando Esteban la llevó a una antigua bodega cercana al Alcázar de Jerez. Al entrar, quedó maravillada: el lugar estaba lleno de máquinas de vapor, engranajes gigantes y mapas detallados de la ciudad. En el centro de la sala, una estatua metálica representaba a Gustave Eiffel, rodeado por armas extrañas y dispositivos tecnológicos.
—Esta es la Hermandad de Luz y Vapor —anunció Esteban—. Fuimos fundados por Gustave Eiffel durante su estancia en Jerez. Descubrió que las sombras aquí no son normales, sino el resultado de emociones humanas que se concentran en lugares oscuros y húmedos. Creó este lugar como base para luchar contra los Erebinos.
Lucía lo miró con confusión.
—¿Erebinos? ¿Por qué los llaman así?
Esteban suspiró y señaló un mapa antiguo colgado en la pared.
—El nombre proviene del Erebo, la oscuridad primordial de la mitología griega. Gustave Eiffel, un hombre apasionado por las historias clásicas, consideraba que estas criaturas no solo eran sombras vivas, sino manifestaciones del caos, como el Erebo. En la mitología, el Erebo es el lugar donde la oscuridad nace y se expande, y eso es exactamente lo que hacen estas criaturas: emergen de la penumbra, se alimentan de las emociones humanas más oscuras y crecen en poder si no las detenemos.
Lucía asintió lentamente, sintiendo un escalofrío al imaginar que aquello que había visto era algo tan antiguo y aterrador.
—¿Y siempre han existido? —preguntó.
—Posiblemente —respondió Esteban—. Pero su aparición es más frecuente en lugares como Jerez, donde las emociones reprimidas y el sufrimiento están profundamente arraigados en la historia de la ciudad. Las bodegas, los túneles, los rincones oscuros... son el caldo de cultivo perfecto para ellos.
Los días siguientes, Lucía aprendió sobre su don, el Ojo Crepuscular, una habilidad que le permitía ver a los Erebinos incluso en su forma más sutil. Esteban le explicó que no todos los humanos podían detectarlos, y mucho menos enfrentarlos.
—Los Erebinos nacen de las emociones humanas reprimidas: ira, tristeza, rencor... —dijo Esteban mientras ajustaba uno de los cañones de luz—. Jerez está lleno de lugares que concentran esas emociones, especialmente las bodegas históricas como las de González Byass o la Catedral del Vino, donde la memoria de generaciones pasadas está profundamente impregnada en sus muros.
Una noche, durante la Feria del Caballo, las cosas se descontrolaron. Las luces de las casetas y el sonido de las guitarras llenaban el aire en el Real del González Hontoria, pero las sombras en los callejones parecían más densas de lo normal. Lucía, Esteban y Marcos, un cazador veterano, patrullaban la zona cuando un Erebino gigante emergió de la oscuridad. Era diferente a los demás, más fuerte y más definido, como si hubiera acumulado décadas de rencor.
La criatura atacó una caseta, derribando las luces y aterrorizando a los presentes. Esteban y Marcos dispararon sus armas, pero el Erebino parecía inmune a los rayos de luz. Lucía, armada solo con un guante de vapor, tuvo una idea. Corrió hacia una caldera cercana y utilizó el vapor para condensar la luz de su guante, creando un destello que debilitó a la criatura. Esteban aprovechó la oportunidad para asestar el golpe final con su cañón.
Tras el ataque, Lucía comenzó a sospechar que algo no estaba bien. Los Erebinos estaban volviéndose más agresivos y organizados, algo que nunca antes había ocurrido. Esteban compartía su preocupación, pero Marcos insistía en que solo eran coincidencias.
Un día, mientras revisaba planos antiguos en la base de la Hermandad, Lucía encontró un compartimento oculto en una de las mesas de trabajo de Eiffel. Dentro, había un diario. En sus páginas, Eiffel detallaba sus temores: alguien en la Hermandad estaba utilizando a los Erebinos para sus propios fines, liberándolos en puntos clave para desestabilizar la ciudad.
Las sospechas de Lucía y Esteban se confirmaron cuando encontraron a Marcos en una bodega abandonada cerca de la Catedral de Jerez, rodeado de dispositivos que canalizaban la energía de los Erebinos. Había traicionado a la Hermandad, liberando a las criaturas para sembrar el caos y posicionarse como un héroe cuando las derrotaba.
Lucía y Esteban lo enfrentaron en una batalla épica. Marcos utilizó un dispositivo de su creación para invocar un Erebino gigantesco, pero Lucía, recordando las lecciones de Eiffel, improvisó un arma utilizando los restos de una vieja caldera. Con un destello de luz y vapor, logró destruir el dispositivo de Marcos, desatando una explosión que lo envolvió junto a su monstruo.
Tras la batalla, la Hermandad quedó profundamente afectada. Aunque habían derrotado a Marcos, los Erebinos seguían siendo una amenaza. Lucía, ahora respetada por todos, decidió quedarse en la Hermandad y continuar el legado de Eiffel.
En su última entrada del diario, Eiffel había escrito:
"La luz y la sombra siempre estarán en equilibrio. Nuestra misión no es destruir, sino proteger. El ingenio humano puede iluminar incluso las tinieblas más profundas."
Con esas palabras en mente, Lucía se preparó para liderar a la Hermandad hacia un nuevo capítulo, donde la tecnología y la valentía serían las armas más poderosas contra la penumbra.
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